17/04/2025
Nunca me sentí identificado con la idea de sentarme a ver una película y pedirle con antelación que, al terminarla o en el transcurso de ella, me ilumine con ideas, pensamientos o que simplemente genere algo en mi. Sucede que no me es natural, cuando lo pienso hago una estúpida ecuación en mi cabeza: si ese fuese el mecanismo a la hora de ver películas entonces a las comedias habría que pedirles que hagan reir, a las de terror que den miedo y a los dramas que hagan llorar. Sin embargo, ya que me tocaba escribir para esta revista, con las últimas películas que vi en el cine cometí ese “error”. No a partir del género pero sí le pedí a Cónclave, i’m Still Here y Better Man que me dieran algo que yo pueda “usar” para escribir. 

La última semana continúe con mi busqueda entre mi bloc de notas y mis cuadernos algún retazo de idea que me sirva para mi próxima nota. Algunas de ellas eran “A24 y por qué todos sus finales son iguales” o “Retrospectiva 10 años de Relatos Salvajes”. No entendí por qué había anotado eso, así que luego de un momento de frustración pasé a borrarlas. Por el momento seguía sin saber sobre qué escribir.

Horas antes de mirar Fearless (1993),  me puse a leer algunas cosas que, creí, me despertarian eso que no estaba pudiendo encontrar. Pasaron Sontag, Fisher e indagué específicamente en un libro de Zizek que compré recientemente y que tiene distintos escritos sobre cine pero no hubo caso, así que para no volver a ese momento de frustración elegí una película entre las que tenía descargadas. Esta vez, inconscientemente, había decidido no pedirle nada y entregarme a ella.

Fearless es una película del año 1993, mismo año que salieron películas tan recordadas como Jurassic Park o La lista de Schindler. Dirigida por Peter Weir y escrita por Rafael Yglesias, es una película completamente olvidada en la filmografía de un director tan reconocido como Weir y que pasó sin pena ni gloria tanto para la audiencia como para la crítica. 

Lo que me atrajo instantáneamente de la película es su personaje principal: Max Klein, interpretado por Jeff Bridges. Pero antes de hablar de él, un poco de contexto sobre de qué va el film. Fearless inicia en medio del caos total, los sobrevivientes de un accidente de avión caminan entre unas plantaciones de maíz. Cuando el plano se abre vemos que el espacio se asemeja muchísimo a una selva. Los sobrevivientes avanzan para llegar a donde se encuentran los rescatistas. Son guiados hasta allí por un hombre de cabellera larga y ondulada al que solo le falta la barba para ser la fiel representación de Jesús, quien desde el mismísimo infierno guía a los tripulantes hacia la “luz”. El hombre llamado Max Klein (Jeff Bridges) carga un bebe en brazos y con la mano que tiene libre acompaña a un niño que no para de llorar. 
Sin embargo, este mesías devuelve el bebé a la madre, deja al niño con los rescatistas y procede a acercarse a un taxista que con una gran cámara de video está registrando toda la situación. Max le pide que lo lleve hasta el hotel más cercano a lo que el taxista, que deja de filmar, le pregunta si está bromeando. 
Peter Weir, director de la película, jugará en todo momento con los ideales de una sociedad hiperestimulada y corrompida, la cual parece no tener solución. 

Max llega al hotel y luego de bañarse se mira en el espejo y se dice a sí mismo que no está muerto. Procede a subirse a un auto en el que cambia de estación en estación en su radio hasta encontrar una en la que no den noticias sobre el accidente.
Viaja hasta Los Ángeles para visitar a una vieja amiga que no ve hace mucho tiempo, Max no menciona el accidente sino que deja que ella hable tendidamente sobre lo mala que es su vida y todos los problemas que tiene. A Max no le importa mucho, ya ha entrado en un estado espiritual dominado por lo que, en un inicio, podríamos llamar una “voluntad de la nada”.

Max parece decidido a vivir su vida sin que nada le importe en lo absoluto. En ningún momento de la película vemos flashbacks de alguna escena previa al accidente pero la actitud de Max posterior a él se ve que dista mucho de cómo era. Se nota por las distintas escenas que se nos presentan que Max es una persona que los demás estiman y aprecian mucho y que no concuerda con la persona que ha vuelto a casa.
Esto se puede ver con su vínculo con Carla (Rosie Perez) que es una sobreviviente del accidente que ha perdido a su hijo y con la cual pasa mucho tiempo, dejando de lado completamente a su esposa. Lo mismo ocurre con el niño que salva en el accidente, pero en ese caso pasa a dejar de lado a su hijo. 
Max no es un personaje como el de Joaquin Phoenix en Irrational Man (2015), un profesor universitario prepotente que sale con sus estudiantes y está obsesionado con el superhombre nietzscheano, por eso decide vivir su vida a partir de ese ideal. Sin embargo en la película de Woody Allen vemos una especie de transición por la cual llega a este estado mental. En todo momento vemos que es una decisión. En el caso de Max su “transformación” es consecuencia del accidente que se nos presenta en la primera escena. Por eso nunca vemos al Max del pasado y las disonancias en cuanto a sus decisiones, su carácter y su posición frente a la vida son marcadas por la reacción de las personas que pertenecen a su vida antes del accidente. 

A lo que quería llegar es que Max es un personaje complejo que, después de ese suceso, se podría decir que adopta una visión nihilista sobre la vida: rechaza completamente a Dios cuando habla con su amiga en el restaurante al igual que sucede con Carla cuando la acompaña a la iglesia. Ella le dice que cree en Dios a pesar de que le quitó todo (su hijo) a lo que Max le responde que las personas creen en Dios porque no quieren creer en la nada.
¿Pero qué es “creer en la nada”? Según Nietzsche en Genealogía de la moral, en una época ideal alejada de este presente podremos empezar a venerar al “hombre redentor”. Un hombre el cual por su forma de sumirse, de enterrarse y de entregarse al dolor será entendido como una profundización de la realidad en la que vive para que cuando pueda volver a “la luz”, como Max, traiga con él la redención de esta realidad. No será entendido como una huida de la realidad, forma en la que, según Nietzsche, se percibe en la actualidad. Esta idea sobre la voluntad de Max quedó dando vueltas en mi cabeza mientras escribía este artículo pero nunca pude darle el sentido que encontraba en la película. En Max, como diferencié previamente, no hay una decisión sino que se ve entregado a la situación que el “destino” le presentó.
Sí que podría haber adoptado esta voluntad posteriormente al accidente, sin embargo esto simplemente no ocurre. La película lleva el nombre de Fearless porque Max “pierde” el miedo. Pareciese que, en cambio, a partir de esta pérdida de miedo adopta una visión absurdista sobre la vida.

 En una sociedad norteamericana que se ve abandonada a su suerte, con imágenes violentas por doquier, con la pérdida de la fe (como vemos cuando va a la iglesia y no hay nadie) y como elemento definitivo el accidente, no resulta raro que Max se abrace al absurdo. Nada tiene sentido y decide aceptarlo.
Camus dice que el suicidio no es otra cosa que confesar. Confesar que se ha sido sobrepasado por la vida o que simplemente no se la comprende. Pero Max está muy lejos de eso, él desea ayudar a Carla a que entienda que la muerte de su hijo no es su culpa. Acompaña también en todo momento al niño que salva en el accidente. Vemos un trato distinto respecto a las personas que estaban en su vida antes del accidente (familia y amigos), sin embargo con las personas que compartió ese momento es como si se hubiese creado un hilo que él no dejará que se rompa.

Al haber rozado la muerte se entrega a vivir la vida desde este absurdismo. Haciendo esto es sincero con su propia existencia.  “Nada es una tragedia hasta que el héroe es consciente de su circunstancia”, afirma Camus y se puede comprobar claramente en cualquier historia que toque el tema. La tragedia de Edipo rey no se consuma hasta que el héroe se da cuenta de su condición de parricida e incestuoso, Max lo hace luego del accidente. Este estado se ve reflejado con decisiones que toma a partir de eso, por ejemplo la negativa de Carla de aceptar que la muerte de su hijo no es su culpa. Al ver que no puede hacerla cambiar de opinión, le pone una caja de herramientas entre los brazos y arranca el auto, el cual termina estrellando en una pared a una velocidad muy elevada. El accidente no deja muertos pero la caja de herramientas sale volando por la ventana lo que le demuestra a Carla que no podría haber hecho nada para evitar la muerte de su hijo.
En el mito de Sísifo, Sísifo entiende que haga lo que haga nada tiene sentido y no por ello se tira del punto más alto de la montaña, al igual que podría haber hecho Max en una de las escenas clave de la película, sino que, una vez más, se rebela en contra de los dioses y disfruta su castigo. Al disfrutar el absurdo que constituye su condición se rebela en contra de él y lo sobrepasa.

Escribir para Artie es un ejercicio difícil pero placentero. Weir dice que mientras volamos afrontamos uno de esos pocos momentos en los que se nos hace patente nuestra propia mortalidad.
Así me siento a veces cuando escribo para Artie, me obligo al despojamiento de condiciones e intento simplemente escribir sobre lo que tengo ganas y de lo que me gusta. Me cuesta pero, quizás, debería darle menos vueltas, quitarle peso de encima y simplemente mirar una película y escribir hasta que se pueda hilar alguna idea que considere medianamente interesante, como estoy haciendo con esta nota.  

Comolli afirma que la crítica debe ser pública. Luego podrá ser más o menos intercambiada o leída pero eso poco importa, es preciso que sea publicada y al menos toque el círculo de aquellos que crean y hacen circular obras. Al preguntarse qué es lo que funda una práctica crítica, afirma que es la toma de riesgo del que escribe, que está atrapado en cuanto sujeto en el proceso que pone en marcha.

Matias Doce 



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