15/05/2025
Si cabe al menos una posibilidad de obra, cabe la posibilidad de una integridad, de una unidad.
¿Cuándo se completa la unidad? 
A los veintiséis años, Antonin Artaud envía una serie de poemas a la revista La Nouvelle Revue, de alta estima literaria. El director, Jacques Rivière, le rechaza cortésmente la publicación de ellos, pero expresa su deseo de conocer al autor. Pronto, ambos comenzarán a intercambiar cartas en mayo de 1923 que culminarán en junio de 1924. Ese diálogo epistolar se ve signado por un notable despliegue de Artaud en cuanto a sus frustraciones y angustias.
 “Sé que podría pensar más allá de lo que yo pienso, tal vez incluso de otra manera. Yo solamente estoy esperando a que mi cerebro cambie, que se le abran cajones superiores. En una hora, y tal vez mañana, habré cambiado de pensamiento, pero este pensamiento presente existe, no dejaré que mi pensamiento se pierda”.  
En una de sus últimas epístolas, Rivière le propone publicar las cartas junto a algunos de los poemas. Una obra rechazada, al ser complementada con el relato de aquella insuficiencia, se convierte en una obra digna de ser publicada. La obra por sí misma no fue suficiente para Rivière. 
La insuficiencia del rechazo es sólo un síntoma de un germen más grande en la angustia de Artaud, de una imposibilidad ontológica: “Yo soy el que mejor ha sentido el asombroso desamparo de su lenguaje en sus relaciones con el pensamiento. En verdad, me pierdo en mi pensamiento como quien sueña, como quien entra súbitamente a su pensamiento. Yo soy el que conoce los vericuetos de la pérdida”. El lenguaje no le es suficiente, el pensamiento le excede. Es lo que Rivière, quizás, reconoce en los poemas, y que luego encuentra en las cartas. 
En 2024, el Centro Pompidou de París le pidió a Leos Carax que responda a la consigna “¿Dónde estás, Leos Carax?”. El director iba a realizar una megaexposición como respuesta, pero la muestra nunca se concretó. Sin embargo, Carax intentó una réplica, y realizó un mediometraje que posteriormente estrenó en Cannes. En It's not me, Carax confecciona un video ensayo al estilo godardiano. Trabajó entre materiales de archivo, filmaciones y textos propios, fragmentos de películas, imágenes amarillistas, música y efectos de sonido. 
It's not me sucede a cien años de las cartas de Rivière y Artaud. Inicia con la inscripción “WORK IN PROGRESS” y da paso a una catarata de imágenes. En el camino, su historia personal se mezcla con la del siglo XX y la Historia del cine. Entre ellas, capturas contemporáneas de cuerpos de niños sin vida a orillas de una costa, de mujeres desnudas en una manifestación, de líderes fascistas en éxtasis. Reflexiona sobre las formas y cómo han cambiado, lo que significaba un travelling antes y lo que significa hoy. 
El trabajo es una obra de gestos, por no decir de intentos. El fracaso de la muestra como respuesta al Pompidou da inicio a la obra y el intento de respuesta posterior -It's not me- es su inmediata continuación. Ninguno, para Carax, es suficiente. Ninguno está acabado, ni siquiera ese primer fracaso. La exposición que no fue junto a la película que no termina de ser -y a su vez, como toda singularidad, lo es-. No se trata de una no entrega, sino de una negativa a clausurar. A diferencia de Artaud, que lo rechazaba un otro, Carax es más acorde a estos tiempos: se rechaza a sí mismo.
Cerca del final, Carax reflexiona: “Pero las imágenes vienen cada vez más aprisa, en un flujo continuo. Ya no parpadean numerosas veces por segundo. Nos quieren ciegos. Sí, necesitamos que nuestros ojos parpadeen. La belleza del mundo nos lo exige”. 
El continuo acontecer de las imágenes se presenta como una insuficiencia continua. Casi como una integridad propia, donde la falta es parte necesaria de la comunicación fotográfica. Siempre hay una imagen más de eso que estamos viendo, otro punto de vista. La crítica no reside en que haya una sola imagen, un solo ojo, sino en su contemplación, en quedarse a mirar. Es, como señalaba Artaud, perderse en el contemplar como quien sueña, como quien entra súbitamente a su pensamiento.
A Artaud el lenguaje le resultaba insuficiente y a pesar de ello escribía, porque el pensamiento se lo exigía. Hoy, la sobrepoblación de imágenes parece seguir un camino inverso, pero similar: la compulsión por tener ese fragmento de mundo en un instante fijo resulta excesivo, en una abundancia cegadora. A pesar del pensamiento, fotografiamos. Carax, en su intento por pensar esas imágenes, crea It's not me, que no se presenta como finalizada, no podría decir que lo está. Tiene créditos —incluso una escena post créditos—, pero el director no puede responder a la pregunta que le hicieron desde el Pompidou. Al inicio de la película él mismo lo dice “No lo sé, pero si lo supiera respondería que…” y procede el comienzo de las imágenes. Está la duda y una posible afirmación de cuarenta minutos de duración, pero nada certero, nada que finalice.
Con cien años de diferencia, ambas obras confirman un desamparo común: la sensación de que nada es suficiente. En Artaud y Rivière la obra finalizó cuando lo que parecía ser su apéndice se convirtió en su aspecto central, con las dudas y frustraciones propias del autor. En Carax, este aspecto se intensifica. Primero hay una frustración completa, con una no-entrega de la obra, y luego una interminable declaración de un gran supuesto. Claro que dentro de esos dos gestos se encuentran incontables capas, pero las unidades no están completas ni delimitadas, nacen abiertas y se mantienen en fuga. Como en Artaud, como en Carax, la obra no responde: apenas insiste. Apenas resiste. 

Martín Suárez Failache

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