12/12/2024

Fritz Burmann fue un pintor alemán, nacido en Wiedenbrück un 11 de agosto de 1892.  Gran parte de sus obras están hechas bajo el foco del expresionismo, movimiento de vanguardia que se caracteriza por la representación de la realidad de forma subjetiva y distorsionada.
La intención de esta nota es intentar hacer un análisis del estilo del artista a través de la revisión de algunas de sus obras, aunque podríamos decir que el principal objetivo es hacer un acercamiento al análisis formal de una obra plástica.
¿Cómo haremos esto? Dejemos de lado cualquier tipo de información que tengamos sobre el artista, su historia y su contexto, solo miremos los elementos formales que conforman las diferentes obras, como lo son el color, la forma, la composición y la relación figura-fondo, entre otros. Al hacer este análisis propongo una mirada, una hipótesis de lectura: en las tres obras los elementos formales se plantean y ordenan en forma de caída, con un ritmo lento y hasta pausado en algunos casos. ¿Hacia dónde cae? ¿Cómo cae? ¿De qué forma cae?, son algunas de las preguntas que me realizo e intento responder. También hablaremos de una relación entre esta caída lenta o pausada con la muerte y la vejez que podemos intuir en la temática en las obras, y cómo los diferentes elementos acompañan esta insinuación sobre la finitud de la vida.

Caída y muerte, la emoción estética

Vamos a ver a lo largo de los análisis cómo los diferentes elementos formales vistos en detalle producen un sentimiento de caída hacia un lugar que relacionamos con la muerte, o más bien con la vida, comprendiendo a ésta como un lento proceso de caída que se dirige hacia la muerte.
Para comprender la existencia humana, Heidegger utiliza la noción de Dasein, es decir, "ser- ahí", "aquí", "allí". El ser en el mundo como conciencia que determina al ser a través de la continuidad en el tiempo y en el espacio, la existencia de sí, es estar ahí., y, menciona la noción de la caída de la siguiente forma
“Heidegger precisa que el término caída no debe ser tomado como un juicio de valor, como si designara algún tipo de defecto del ser-ahí. La caída no es una cualidad óntica negativa del ser-ahí, susceptible de ser eliminada; es el modo en que regularmente el ser-ahí habita el mundo: absorbiéndose en este último.”
(González Suárez, Impropiedad, propiedad y caída en Ser y tiempo. El pensamiento de Heidegger en torno a la experiencia religiosa, 2022)

Es como si la experiencia misma de existir se tratase de una caída constante, y esa es la relación que realizamos con la muerte, retomando la idea de la vida como una lenta caída hacia esta.
El artista lo plasma no sólo en formas más claras como el uso de figuras envejecidas, las cáscaras de huevos o los labios y extremidades azules, sino también, en el uso de líneas que caen, en colores que se desvanecen y en juegos de  figuras-fondos que generan un contraste que unen los diferentes elementos. Pero también hay que comprender que el significado de la caída está dado por el punto de vista, un sujeto que se encuentra en un sitio en específico y observa de una forma en particular. Merleau-Ponty menciona que toda experiencia es una experiencia encarnada, lo cual implica que las competencias singulares de cada quien entren en juego a la hora de percibir el mundo y, por ende, el arte (Ponty, 1948). Procederemos a aclarar que el concepto de muerte es solo ilustrativo: el cuadro no muere, las figuras no mueren porque no existen, no se encuentran verdaderamente ahí, utilizamos el término para ponerle un destino a la caída y una justificación para sus diferentes ritmos. Todo esto se ve avalado por la emoción estética, el sentimiento casi inmediato de quietud y silencio que otorgan los cuadros al espectador. Vemos en Lamentación cómo estos sentimientos se presentan con mayor movimiento que en las demás obras; los elementos formales aparecen de tal forma que nos muestran una acción, un ahora en el que la caída sucede y no se ve detenida en el tiempo como en Anciana en la ventana, sino que está ocurriendo ahora frente a nuestros ojos, en nuestro instante de observación. La diagonal tan marcada por la composición y continuada por el desvanecimiento de los colores -que comienzan tan vivos y puros para terminar esfumándose y mezclados entre ellos, como un cuerpo con la tierra a la hora de morir- nos marca una caída, un aquí y ahora, a diferencia de las otras dos obras donde el descenso está planteado como si se tratase de una fotografía: es un instante justo no una acción. En Anciana en la ventana, vemos con claridad el ser-ahí, la existencia es meramente presencia.
Antes de comenzar tengamos presente que los análisis se realizan desde el punto de vista del espectador, es decir de izquierda a derecha como si estuviésemos parados frente a las obras.

Burmann, F. (1929) Lamentación. Óleo sobre tabla. Museo Nacional de Bellas Artes, Buenos Aires
Me interesa comenzar por esta obra por dos simples razones, la primera: se encuentra expuesta en el MNBA así que es de fácil acceso para el lector. La segunda razón es un poco más personal: cada vez que visito el museo paso por lo menos quince minutos mirándola maravillada.
  Comencemos por un análisis del esquema general de la obra. Se nos presentan tres personajes de forma escalonada, dos principales: un anciano en la parte inferior del lateral izquierdo y una mujer en el centro que se entrelazan de forma que simulan que la figura femenina sostiene a la masculina -nos dirigiremos a ellos como fig. 1 y fig. 2-. En el fondo observamos a la última figura -fig. un hombre que se encuentra en la parte superior del lateral derecho, solo vemos su perfil, cuya mirada se dirige hacia al exterior del cuadro, sostenido por dos manos. Los colores principales son cálidos -rojos, naranjas y amarillos- pero también contamos con algunos detalles en verde y azul.
Ya planteado el esquema principal de la obra, analicemos primero la composición. Como mencionamos antes los personajes se ubican de forma diagonal, la parte superior se encuentra del lado derecho y se dirige hacia el lado inferior izquierdo, aquí vemos la primera caída, dada por la manera de ubicar las formas en el espacio. La caída se da de forma lenta debido a que no se trata de una diagonal perfecta en la que los personajes se encuentran superpuestos, como si se tratase de una danza con muchos cuerpos que se comunican para poco a poco llegar al suelo; un grupo que cae, lenta y organizadamente. Los personajes se encuentran ubicados sobre un fondo oscuro en el que observamos una ventana y unas líneas que simulan la esquina en la que dos paredes concluyen, estas líneas verticales contrastan con la diagonal planteada por las figuras, lo que hace más notorio el descenso de la diagonal principal.  Otra cosa que contrasta es la oscuridad del fondo -pintado con tonos marrones y rojizos, pero con un valor muy bajo- con lo brillante de los colores de las figuras. Los colores acompañan a la composición; la fig. 3 tiene un amarillo en la parte superior -lo que sería el “pelo”- que se degrada hacia un rojo intenso, luego nuestra vista se va hacia la fig. 2 que acompaña en los ropajes al rojo de la figura anterior, pero en la zona de la cara los colores son más claros, una mezcla de amarillos y naranjas con toques azules y verdes en zonas como los labios que marcan profundidad; sabemos además que los labios azules significan la falta de oxígeno, otro elemento a considerar a la hora de hablar de la caída y su relación con la enfermedad o la muerte.
Para finalizar vemos a la Fig. 1, que casi no contiene rojo más que en algunos detalles como el pelo y los ojos, y está principalmente coloreada por verdes y amarillos. Otra vez podemos observar una caída lenta, esta vez tomando a los diferentes colores, estos se degradan lentamente, partiendo de un rojo intenso para finalizar en tonos más fríos y claros, situados ambos extremos -colores muy fríos o muy cálidos- en lugares estratégicos de las figuras, acompañando a la forma, por ejemplo, en las manos; estas guían nuestra mirada, hay en total cinco manos en toda la pintura: las primeras dos son las que sostienen a la fig. 3, luego vemos otras dos en el centro, una pertenece a la figura femenina, pintada con un anaranjado rojizo intenso contrasta con la palidez de la mano de la fig. 1 que se encuentra por encima de ella. Por último, la mano ubicada frente a la cabeza de la fig. 1, pertenece a la fig. 2 y le abre el ojo a la figura masculina.En esta pintura son las manos las que nos indican dónde mirar.


Anciana en la ventana
 Artista: Fritz Burmann
 Año: 1924
 Período: Arte Siglo XX (1910-1945)
Escuela: Alemana S.XX
Esta segunda obra se compone principalmente por una única figura -una anciana- apoyada sobre el borde de una ventana que contiene una cortina, por lo que se nos plantean dos espacios, un adentro y un afuera marcados por la apertura. Detrás de la anciana observamos una puerta semiabierta que plantea un tercer espacio. Tanto la ventana como la puerta presentan cierta inclinación, como si se tratara de una casa vieja que está a punto de derrumbarse, de caer, pero que se mantiene detenida en el tiempo; por lo que al ver estos elementos llegamos a la conclusión de que en este cuadro la caída está pausada, el ritmo se ralentiza hasta casi no sentirse. En cuanto a la figura de la anciana, ésta presenta el mismo ritmo detenido que su fondo; se encuentra ubicada un poco a la izquierda, tiene los brazos cruzados sobre el alféizar de la ventana, su mano izquierda -que se ubica del lado derecho- cae siguiendo el recorrido de la ventana junto a ella. La figura cuenta con un paño negro que cubre su cabello blanco, tiene la boca abierta y unas grandes ojeras enmarcan las hendiduras de sus ojos; esos dos elementos marcan el paso del tiempo al igual que la casa, ambos se unen para enmarcar el descenso.
Los colores son menos vivos que en Lamentación, a pesar de que los cálidos siguen siendo los principales, aquí los vemos con un valor bajo y menos puros, casi marrones. Los detalles azules siguen estando al igual que en la obra anteriormente mencionada, en lugares específicos como manos y boca, aunque en “Anciana en la ventana" lo encontramos también en sitios como los vidrios de la ventana y el “tercer espacio”.
Sra. Biene de Worpswede, 87 años
Año: 1923
Tecnica: Óleo
Soporte:sobre lienzo
Tamaño: 44,5x34,4cm. (17,5 x 13,5 pulgadas)
En esta última pintura a analizar, nuevamente Burmann nos presenta la figura de una anciana, esta vez en el interior de lo que parece ser una cocina. Las proporciones en esta obra son “incorrectas” y el espacio no se termina de comprender debido a que en la mesada sobre la que se encuentra apoyada la anciana encontramos una puerta diminuta y junto a ella un pequeño gancho que sujeta lo que parece ser una cuerda.
Sobre la mesada hay una taza, unas cáscaras de huevos rotas -punto sobre el que volveremos más adelante- y unas moscas apoyadas sobre estas.
La figura de la anciana se ubica mirando un punto fuera del cuadro, con una expresión pensativa. Tiene una mano levemente apoyada sobre la mesada, dando la impresión de que se está deslizando lentamente sobre esta, una caída de forma vertical que no veíamos de forma tan explícita en las otras dos obras. En cuanto a los colores, nuevamente se nos presentan los diferentes degradados que observábamos en los anteriores cuadros, esta vez los que más resaltan son el amarillo y el verde, ubicados principalmente en los ropajes que viste la anciana, aunque también los podemos observar en otras zonas como el rostro; y seguimos manteniendo el fondo marrón que genera contraste.
En cuanto al ritmo, de nuevo observamos una caída lenta casi inerte -como mencionamos con anterioridad- que vemos principalmente de forma horizontal, al contrario de las anteriores en las que veíamos una caída principalmente en diagonal, aunque no hay que ignorar que esta horizontalidad se rompe en cierto punto por la mesada, que se encuentra levemente rebatida lo que permite que observemos los objetos que se encuentran sobre ella. Lo que nos lleva, para finalizar el análisis, a retomar el asunto de las cáscaras de huevo. Simbólicamente el huevo mantiene una relación con la vida, de él surge y nace. Vemos entonces representados unos huevos partidos y sin su contenido, una cáscara vacía que mantiene relación con la ausencia de vida, que, sumados a la figura de la anciana, podríamos retomar la lectura de una caída lenta y constante hacia la muerte.

El estilo del artista -en las obras analizadas- está marcado por grandes figuras centrales en un fondo semioscuro que genera un gran contraste con las vivas figuras, además se crean varios espacios, un aquí marcado por los personajes y un allí presentado por los elementos del fondo, como ventanas o puertas que se abren hacia otros lugares, que debido a nuestra posición de espectadores no logramos visionar, pero que la obra insinúa.  Las paletas de colores suelen ser similares, tonos rojizos que se destacan o profundizan con azules y verdes, Su tratamiento pocas veces es plano, generalmente utiliza la mezcla de los colores para generar diferentes efectos visuales, como sombras, huecos o planteos más abstractos en relación al tema.
Hay una repetición de sujetos, ya que las tres obras contienen personas de la tercera edad representadas, y, de una sutil invitación al espectador, una mirada, un gesto, una puerta abierta. 

Alfonsina Almiron

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