Estudio de caso: Imprenteros (2018) de Lorena Vega.
06/03/2025

¿Cómo se reconstruye un pasado que ya no existe más que en la memoria de quienes lo vivieron? ¿Tenemos certezas de que, aquél recuerdo que nos cuentan, es cien por ciento real? ¿O capaz hay un poco de fantasía dentro de esa realidad narrada? Estas son algunas de las interrogativas que la obra se atreve a cuestionar arriba de las tablas, la dicotomía entre lo real y lo ficticio se entrelazan de manera especial para abrir nuevos sentidos de percepción y de memoria. ¿Cómo (re)presentar un recuerdo íntimo ante los ojos del Otro?
Antes de indagar el análisis del caso, me parece importante hacer mención de ciertos procesos que antecedieron al teatro documental para delinear sus características más relevantes y de qué manera se traslucen en la obra.
Para comenzar, el teatro documental en Argentina tiene sus raíces en diversas prácticas teatrales que se encomendaron en la búsqueda de articular la memoria colectiva, la denuncia social y la reconstrucción histórica a partir del uso de materiales testimoniales y archivos. A partir del siglo XXI, el teatro argentino adquirió un impulso renovado, particularmente en relación con la memoria histórica y las secuelas de la última dictadura cívico - militar. Una de las figuras clave en esta evolución fue Vivi Tellas quien desarrolló el concepto de biodrama, una propuesta en la que personas comunes llevaban su propia historia al escenario. Podemos entender que la teatralidad tuvo un cambio de paradigma: abandonó la lógica de la representación mimética y del drama aristotélico para enfocarse en la experiencia del espectador, en la fragmentación y en la simultaneidad de signos escénicos.
Con esto en mente, afirmamos que la escena se vuelve un texto complejo en el que conviven múltiples lenguajes. Es así, como el teatro comienza a establecer vínculos con otras actividades artísticas, entre ellas, la performance. Entendida como un procedimiento de desmontaje que pone en crisis la idea de “representar algo” para reemplazarla con la presentación completa de aquella materialidad concreta de los espacios, objetos, cuerpos vivos presentes en la escena. Hay un cierto énfasis e importancia en la presencia del cuerpo que genera una alteración en la subjetividad, esto es, se presenta de forma desinteriorizada ya que es el cuerpo quien se coloca en primer plano y no un relato/historia. Podemos declarar, entonces, que el teatro documental ha sido un espacio clave para la exploración de la memoria y las identidades en disputa, ya que posee una fuerte vinculación con el campo político, social e histórico desde lo íntimo y lo privado; es por ello que mayormente los textos suelen ser autobiográficos (primera persona).
Este género se caracteriza por la utilización de materiales extraescénicos tales como documentos propios y ajenos, testimonios y archivos que brindan una dimensión de veracidad y compromiso histórico a la escena. El lugar del actor se desdobla constantemente. Esto sucede porque se suelen presentar dos tipos de sujetos: por un lado, se encuentra el intérprete que es aquel que está en lugar de otro, que se transforma y representa algo; y por otro lado, se encuentra el no - actor, el performer, el que acciona a nivel corporal debido a que no representa algo/alguien, sino que busca exponer cuerpos que cargan con sus propias memorias. Aquí hay una cierta valoración en el propio cuerpo: su presentación concreta es parte del relato.
Con este giro performativo, el cuerpo atravesado por el acontecimiento comenzó a tener peso arriba de las tablas. Empieza una búsqueda inalcanzable de una nueva estética: el acontecimiento. Se logra una suerte de fusión entre la teatralidad y la vida por este mismo predominio de la presentación concreta por sobre la representación de un mundo ficcional. El realismo que nos puede llegar a brindar el teatro documental tiene que ver con este concepto que mencionamos anteriormente: el biodrama. La indagación, dentro de la vida cotidiana, de distintas formas teatrales para llevarla arriba del escenario. Y esto es lo que Lorena Vega nos muestra en Imprenteros.
La obra se inscribe dentro de esta tradición al toparse con la reconstrucción de la memoria familiar a partir de un hecho personal: la pérdida del taller gráfico del padre de Lorena Vega. A través del uso de distintos documentos íntimos, relatos familiares y una puesta en escena que desafía los límites de lo que es real y lo que es ficticio, la directora configura un relato autobiográfico que se inscribe dentro de una memoria colectiva mucho más amplia. En la web, la obra se describe como “un hecho escénico que intenta revisar el lugar perdido por tres hermanos. (...) Con papeles, carpetas, folletos, mapas, bailes, y fotos se intentará trazar un hilo que hilvane los sucesos que en desgracia llevaron a la imprenta a su desaparición.”1 Me parece interesante mencionar lo que dicen las páginas web, ya que podemos desglosar éstas descripciones mediante el análisis.
Ahora bien, teniendo en cuenta lo mencionado anteriormente, la pieza utiliza diversas estrategias del teatro documental para reconstruir la historia de la imprenta familiar. Primero, podemos observar el constante uso de documentos íntimos, archivos fotográficos, videos caseros y registros de la imprenta que son proyectados en escena como pruebas materiales del pasado. También cabe considerar a la obra como un suceso intermedial debido al cruce que tiene con otras disciplinas tales como el musical, la danza, fotografía, las nuevas tecnologías, el biodrama y lo autobiográfico. Éstos elementos cumplen la función de reforzar la autenticidad del relato y, al mismo tiempo, revelan la fragmentación del recuerdo de Lorena.
Seguidamente escuchamos varios testimonios en primera persona, la directora junto a sus hermanos narran su historia desde su propia experiencia mediante la incorporación de anécdotas familiares, recuerdos y emociones en un formato de narración directa que rompe con la distancia entre actor/ no - actor y espectador. De esta manera altera la estructura aristotélica: el relato es fragmentario debido a que reproduce un texto de la misma forma que lo reproduce la memoria, no es lineal. Y no sólo podemos oír cómo Lorena recuerda sus anécdotas, sino que también podemos observar de qué manera se materializa la memoria dentro del espacio escénico: mediante los objetos físicos de la imprenta (tintas, vestuario, resma de papeles, tipos móviles, herramientas de impresión), que aparecen como elementos que evocan el pasado y lo hacen tangible en el presente.
En los sitios web la directora dice lo siguiente con respecto a su objetivo de la obra:
“Hoy no puedo regresar a lo que queda de la imprenta de mi padre, y es entonces en el espacio escénico donde busco las formas de recorrerlo nuevamente. Y así, ir descubriendo los puentes tendidos entre un oficio y el otro. El de imprimir y el de actuar.”
Con lo anterior expuesto, se puede descifrar que Lorena habla sobre la relación existente entre la vivencia del cuerpo y el archivo. Dentro del teatro documental, la persona es vista como archivo lleno de documentos íntimos a exponer. Esto es porque los actores/no - actores en escena no sólo cuentan su historia, sino que la “performan”: gestos, voces y movimientos evocan dinámicas familiares y laborales. La coreografía final de la obra representa el accionar de las máquinas en la imprenta, aquí sólo queda expuesto en escena el cuerpo en movimiento dándonos una doble significación: la valoración del cuerpo mismo dentro del relato (el simple hecho de actuar) y, al mismo tiempo, la valoración del trabajo en la imprenta (haciendo referencia al oficio de imprimir).
El montaje del recuerdo familiar en la puesta en escena juega un rol fundamental, es un proceso en permanente transformación. La puesta en escena de la imprenta sugiere un espacio de trabajo que ya no existe, pero que se reactualiza en la performance. La concepción del espacio se fragmenta y se superponen varias acciones al mismo tiempo en distintos sitios generando en el espectador una suerte de “caos y confusión” porque no sabe dónde mirar.
La pieza está compuesta por tres espacios escénicos: uno ficcional (se encuentra del lado derecho), una proyección audiovisual (en el centro) y uno real (del lado izquierdo). Aquí, no existe una jerarquía de espacios, sino que todos están en el mismo nivel de (re)presentación. En la siguiente imagen podemos visualizar esto:

Dentro del espacio ficcional, nos encontramos con actores que representan la idea de familia que tiene Lorena en su mente resaltando la cualidad de representación, en la que no se busca una mímesis exacta. Éstos actores son los portadores de la teatralidad en la obra ya que están en lugar de otro. Se los puede observar del lado derecho, sentados en sillas, son actores que interpretan a Lorena Vega de joven y a su familia.
En el centro del escenario se encuentran las proyecciones, marcadas en la pared, que ayudan a construir un dispositivo escénico. Se muestran imágenes y videos caseros de la fiesta de 15 años de Lorena recargando así, la potencia de la idea de representación dentro de la representación. Esto es porque, mientras miramos la proyección audiovisual en la pared, al mismo tiempo, los actores comienzan a representar la misma en el escenario. Todos los actores son íconos de la imagen que se representa.
Por último, en el espacio real se encuentra Lorena resaltando su papel de directora y narradora, donde indica y da acotaciones a la construcción que se está dando en ese mismo momento de la teatralidad, o sea, de su recuerdo. En la imagen se la puede observar del lado izquierdo narrando lo que sucede en la proyección audiovisual. Comentando de manera lúdica y cruda, las sensaciones y los pensamientos de aquella Lorena de 15 años que bailaba el vals en su cumpleaños.
Me parece relevante destacar el aspecto anteriormente mencionado: el lugar que toma Lorena Vega dentro (y fuera) de su pieza teatral: ¿qué pasa con ella que es actriz, directora y narradora al mismo tiempo en su propia historia? Asume tres roles en simultáneo generando un dispositivo escénico híbrido en donde lo autobiográfico, lo documental y lo performativo se entrelazan. Este triple rol le permite no sólo contar su historia desde un lugar más personal, sino también moldearla y reinterpretarla en escena, evidenciando así los mecanismos de construcción de la memoria y la representación.
Aquí hay un espejo que se desdibuja: como actriz, Lorena se convierte en el cuerpo que canaliza el relato, encarando tanto su propia voz como la de otros miembros de su familia. No representa personajes en un sentido convencional, sino que transita diferentes registros, que van desde la evocación hasta la reconstrucción de situaciones familiares manteniendo siempre una distancia reflexiva. Desde su lugar de directora, interviene activamente en la puesta en escena, organizando el relato en una estructura no lineal y combinando diversos dispositivos teatrales tales como el uso de archivos, imágenes proyectadas y la presencia en escena de su hermano. Su dirección no busca la mímesis, sino la exposición de los procesos de reconstrucción de su recuerdo, destacando las ausencias y los vacíos en la historia familiar. Como narradora, logra construir un puente entre el público y el relato. Su voz no es neutral ni objetiva, sino que transita entre lo íntimo y lo performativo, poniendo en evidencia el artificio del teatro al tiempo que resignifica su historia. La narración en primera persona permite que la obra adquiera un interesante carácter confesional y, a la vez, cuestiona la idea de una única verdad sobre los hechos.
En ésta simultaneidad de roles escénicos, Lorena logra desdibujar y cuestionar los límites entre el testimonio y la representación, entre la realidad y la escena. Su presencia no es sólo la de una actriz que interpreta, sino la de un sujeto que se expone, se interroga y se reapropia de su propia biografía en un espacio compartido con el espectador.
En Imprenteros el recuerdo no es simplemente narrado, sino que es puesto en acción. Al hacer visible el proceso de recordar, la obra problematiza la relación entre la memoria y la representación. Lorena Vega nos interpela como espectadores, rompiendo la cuarta pared, corriéndonos de nuestro lugar para que seamos parte y exponer frente a nosotros, la fragilidad y la potencia del recuerdo. ¿Qué significa recordar en escena? Éstas preguntas y más atraviesan la puesta en escena evidenciando que la memoria no es un hecho estático, sino un territorio en disputa.
Referencias:
1- https://www.timbre4.com/teatro/1031-imprenteros.html
Sofia Luna Roberts