Una relectura de Locas margaritas por Milán Kundera
06/02/2025

En su discurso del Congreso de Escritores Checoslovacos de 1967, Milan Kundera se preguntaba: “¿Es el valor cultural de nuestro pueblo lo suficientemente grande para justificar su existencia? ¿Será ese valor, en sí mismo, capaz de prevenir a nuestro pueblo en el futuro contra el riesgo de perder su propia soberanía?”*. Estas preguntas fueron la antesala de la Primavera de Praga de 1968, un períiodo de liberación política y protestas masivas que terminó en agosto de ese mismo año con la invasión Soviética, que diodando lugar a un largo periíodo de censura y control ideológico sobre la nación checa. Dos años antes se estrenaba Sedmikrásky (Locas margaritas) de Vera Chytilová, película que fue rápidamente censurada y su directora marginada.
El film cuenta la historia de cómo dos señoritas, muy orgullosas de su graciosa estrechez de espíritu, destruyen, con alegría y buen humor, todo lo que excede sus propios horizontes. Las escenas que se presentan resultan inconexas y por momentos absurdas. Sin seguir una narrativa lineal concreta, el film deja al espectador suspendido en el aire.
¿Cuál es la amenaza del absurdo? ¿Qué peligro representa aquello que no entendemos?
El aclamado escritor interpreta a esta película como una alegoría al vandalismo, pero ¿aA qué se refiere exactamente? Según él, el vándalo es la “orgullosa estrechez de espíritu que se basta a sí misma y que está dispuesta a reclamar sus derechos en cualquier momento. Esa orgullosa estrechez de espíritu cree que el poder de adaptar el mundo a su imagen forma parte de sus derechos inalienables y, dado que el mundo se compone mayoritariamente de todo lo que la excede, adapta al mundo a su imagen destruyéndolo.” Siguiendo este argumento, no podemos sino aplicar la misma lógica que las dos locas margaritas y comprender que, si todo el mundo ya fue corrompido, entonces nosotros también debemos estarlo.
Ese mismo año, un miembro del Parlamento checoslovaco pidió la prohibición de dos importantes películas de difícil acceso, y una de ellas fue Sedmikrásky. El diputado atacó deliberadamente a las dos películas y de inmediato admitió, literalmente, que no las había entendido. “El mayor delito imputado a esas dos obras cinematográficas es justamente que, al exceder los horizontes de sus jueces, los han ofendido.”

Entonces, ¿Podemos destruir aquello que no comprendemos solo por miedo? Quizás la solución no sea aplastar la realidad con nuestros estrechos espíritus, quizás hay algunas cosas que nos exceden y la única forma de intentar comprenderlas es aceptándolas como vienen, o quizás… quizás no entendimos absolutamente nada.
En su discurso, Kundera reflexiona acerca de la desaparición de las pequeñas culturas nacionales ante el avance de otras más fuertes que deciden imponer su poder, y frente a esta situación nos deja un hermoso mensaje que da lugar a la reflexión en tiempos de agitación:
“Los hombres que viven solo su presente no contextualizado, que ignoran la continuidad histórica y que carecen de cultura son capaces de transformar su patria en un desierto sin historia, sin memoria, sin ecos y exento de toda belleza.”
*Los extractos analizados del discurso forman parte de Un Occidente Secuestrado (2023, Tusquets Editores, traducción de Mayka Lahoz).
Ana Slonimsqui