28/03/2025
Es el mediodía del 20 de marzo, sólo horas separan a nuestra mitad del mundo de la llegada del otoño. Será la estación de turno cuando este texto se publique. Los días piscianos darán lugar a los de Aries, caerán hojas de los árboles, Edesur podrá funcionar normalmente. Su proximidad, de igual modo, viene haciéndose sentir. Los súbitos bajones de temperatura que trajeron las últimas semanas me han dejado a mí y a varios porteños más sonándonos la nariz. El corriente mes y su cualidad reactivadora de todo tipo de actividades hacen que aquello que ocurrió durante nuestras vacaciones de verano comience a ser un recuerdo. Es válido el intento, consciente, de volver tangibles y prolongar las sensaciones que ese período le brindaron al cuerpo. Tener la suerte de irse un tiempo de donde uno vive incluye la oportunidad de desprenderse de algunos aspectos de cómo somos, para impregnarse de algo ajeno pero apropiable: otras formas de vivir y ser.

A pesar de sus detractores, el clima caluroso es el mejor promotor de muchas situaciones amenas, livianas. Lindas. Elija una bebida, su compañía y playa no hacinada a elección y tendrá usted un plan para todo el día. Escoja una silla reclinable, póngase repelente, mire hacia arriba y podrá ver apenas abrigado un cielo mucho más estrellado que el de su megaciudad local. Amanezca sin despertador, ponga buena música en su reproductor de preferencia y encare la jornada en el estado más cercano al ideal. Por suerte, pude realizar esta última propuesta muchas veces. Y si bien la musicalización varió, Sin Miedo (del Amor y Otros Demonios) ∞ fue indiscutiblemente mi disco del verano.

El premio no oficial “tema/disco del verano” suele atribuirse por el público a música lanzada durante o inmediatamente antes del comienzo de la estación. Por lo general, suele tratarse de canciones donde la propuesta sonora y lírica tiende a promover una sensación cercana a la más explícita de las diversiones, y que pueden ser reproducidas hasta el cansancio -que a veces llega más tarde que el otoño- en las discotecas. Un verano sin tí de Bad Bunny fue, ya desde el nombre, uno de los lanzamientos más recientes en ser catalogados de forma unánime como la música reina de esos meses. A mediados del año pasado, todo fue brat summer en el hemisferio norte. Pero la tradición de ponerle al calor su banda sonora no es actual y puede remontarse hasta las primeras épocas en donde la música comenzó a oírse masiva y públicamente por la juventud. El verano anglo de 1967, un año cargado de publicaciones históricas, se vio revolucionado por la aparición de Sargent Pepper's…, álbum que expandió las fronteras musicales de todos sus oyentes. 

En esta época de hiperconexión con el resto del planeta, la experiencia colectiva de escuchar música genera que demos veredictos a veces acertados, pero que lógicamente tienden a ser impersonales, pasajeros. Por lo tanto, adjudicarle al presente propio e individual canciones con algo de pasado es, como cuando intentamos que el cuerpo retenga la sensación de las vacaciones, un acto de descontemporaneización momentánea. No se trata necesariamente de una acción voluntaria ni nostálgica, sino de despegarse de la idea de que nos debemos a un constantemente renovado temario social. De priorizar aquella música que, aunque ausente de novedad, mayor bienestar le brinda al cuerpo.
Realmente no recuerdo ni tengo presente qué sonó durante los primeros meses de 2021, pero lo cierto es que a fines del año anterior Kali Uchis había lanzado un disco con tapa rosa que seguramente estuvo en boca de todos, salvo en la mía. Varios veranos después, y gracias a oírlo -atentamente- de fondo en una tarde con pileta, decidí ponerme al día con Sin Miedo…. Sus 34 minutos de duración hacen de su escucha una experiencia veloz pero dividida en varias canciones, trece. En ellas residen las formas más extrañas de escribir el nombre de un tema y quizás todos los géneros existentes, homogeneizados en los timbres gracias a una finísima producción que logra darle a semejante variedad estilística la sensación de álbum. La voz de Kali, súper versátil, habla del amor desde más de un ángulo e idioma, alternando constantemente entre el español y el inglés. Nada de lo que dicen las letras me resulta particularmente profundo ni revelador. Sin embargo, el encanto que genera la totalidad sonora de cada canción posterga casi siempre la necesidad de un detenimiento y énfasis lírico. Creo, de igual modo, que hay discos a los que no se les puede pedir todo, especialmente cuando más de un aspecto está ejecutado tan bien. Nada desentona al punto de alejar a la experiencia del disfrute. En síntesis: me cierra.

El mainstream latino, o al menos de habla hispana, tiende a buscar impacto en la potencia del single. Por supuesto que se trata a la vez de una tendencia global y que ya ha tenido otros momentos de preponderancia en el mercado de la música, pero son contados los artistas actuales que consiguen hacer de la experiencia de escuchar un disco en nuestro idioma algo que finaliza con el mismo interés con el que lo comenzamos. Sea por baches en la secuenciación de los temas que lo componen, la presencia de fillers entre sus momentos valorables u otras razones, poner esperanzas en estos lanzamientos no suele ser del todo recompensado. 
En Sin Miedo esto no pasa. Más allá de lo resaltadas que quedan por naturaleza canciones como “telepatía” o “te pongo mal(prendelo)”, capaces de subsistir por sí solas, es el contexto del álbum lo que les añade un plus estético y narrativo. Tanto los momentos eufóricos como los calmos consiguen compartir sus bordes y convocar al oyente a una escucha activa, enriquecedora. Las decisiones de producción no son siempre las que uno espera y eso aporta toda una nueva dimensión a ese ejercicio. De hecho, es poco lo que uno podía esperar de Kali y sus lanzamientos anteriores que realmente persiste intacto en este. Su mix original de R&B y neosoul está bien representado en instancias como “quiero sentirme bien” y -atención- “//aguardiente y limón %ᵕ‿‿ᵕ%” pero puntos altos como el bolerazo “que te pedí//”, el Portisheadezco “vaya con dios”, o los varios reguetones que recorren la extensión del LP expanden los horizontes creativos de la artista. “El reggaetón es un buen género con malos compositores” dijo Jorge Drexler en alguna entrevista. “la luz(Fín)” los expone a todos. ¿Ya hablé de lo bien producido que está todo? Insisto: la frescura de cada sonido convierte a la canción en un plato de frutillas con crema.
Se nos va el verano y con él, algo de una forma de estar. La música, por suerte, trasciende el tiempo. No hay época, clima ni variable alguna que impida conectar con las canciones que realzan las sensaciones que nos atraviesan o que nos dan algo que no tenemos tan a mano en ese momento. Sería injusto para Sin Miedo… limitar su escucha a una estación del año siendo, a fin de cuentas y sobre todas las cosas, buena música. Su título, así como realza las cualidades del álbum, puede ser una invitación a quien lo oiga. Afrontar el año trae todo tipo de interrogantes pero no tiene por qué dejar que nos habite el miedo. “Fuck fear”, dice en algún momento de la serie un personaje secundario de Sex Education. Es un gran consejo para vivir como también para hacer y escuchar música.

Gracias verano. Te espero y prefiero siempre.
Feliz otoño. Que sea escuchando algo.

Emilio Catalán ​​​​​​​

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