25/11/2024

En abril de este año, el Museo Moderno de Buenos Aires inauguró la exposición Moderno y metamoderno. Victoria Northoorn, co-directora de esta muestra junto a Francisco Lemus y, a su vez, directora del museo desde hace 10 años la describe como un trabajo ambicioso que les llevó dos años. La muestra ocupa tres grandes salas del museo y expone alrededor de 300 obras de su acervo. Sin embargo, lo ambicioso de esta muestra no reside solamente en su monumentalidad sino también en sus objetivos. Busca trazar la historia de esta institución pública, perteneciente al gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, desde su fundación hasta la actualidad. Este museo fue fundado por Rafael Squirru, su primer director, en el año 1956 con la idea de otorgarles un espacio (más simbólico que físico, ya que el museo no contó en sus primeros años con una sede fija- fue así que lo llamaban el museo fantasma1) a los artistas argentinos contemporáneos. En las sucesivas gestiones, esta intención de ser un museo de vanguardia ha continuado, siendo un espacio en el que se albergan cada año exposiciones de las nuevas figuras del arte argentino. En este sentido, Moderno y metamoderno da un panorama profundo de los últimos sesenta años de arte argentino y pone al museo como centro de confluencias de los distintos movimientos. Por otro lado, se enmarca en el programa lanzado para el año en curso: Arte es educación. Se propone este espacio como un sitio de preservación y de formación de conocimiento, que en palabras de su directora, se ha dedicado las últimas dos décadas a catalogar y digitalizar documentación relacionada con sus exposiciones históricas. A través de distintos QR ubicados en sus paredes, ponen en disposición estos registros al espectador. Los QR funcionan a modo de portales a partir de los cuales cada visitante va eligiendo su propio camino y profundizando en aquellas obras o momentos que les interesan más.

Pero, a lo largo del recorrido, surge la siguiente pregunta: ¿qué sentido tiene que un museo organice una muestra que gira en torno a sí mismo, a su historia y su colección? ¿Por qué no opta por una muestra dedicada a un artista, un movimiento o una temática, como Manifiesto verde, exposición del año pasado cuyo eje era la ecología?
A partir de este giro autorreferencial, el museo escribe su historia y establece su importancia como institución cultural. Ya no funciona como vidriera de un artista sino como vidriera de él mismo. Este punto es esencial por dos motivos. El primero se relaciona con lo que el que el sociólogo Pierre Bourdieu denomina campo intelectual. Este debe ser entendido como una esfera de cierta autonomía, regida por leyes propias, que nuclea a los museos, a los artistas, a los críticos, a los educadores, entre otros. Estos actores son como fuerzas de un campo magnético que “al surgir, se oponen y se agregan, confiriéndole su estructura específica en un momento dado”2. En otras palabras, los agentes que conforman el campo están en una constante lucha por la consagración y por la legitimidad, y a partir de ese choque de intereses, el campo toma forma. El propósito de Bourdieu es comprender quiénes son los que deciden qué se debe exponer en un museo, quiénes nos dictan nuestra mirada, quiénes nos dicen qué debemos percibir como bello o feo, o más de acuerdo con nuestro presente, qué es interesante y qué no. En este sentido, es esencial para un museo relativamente joven poder defender su posición al interior de ese campo cultural y dejar sentado su importancia en relación con la historia del arte argentino a partir de fines de los 50s o su especial conexión con movimientos como el Informalismo. En un ciclo de conferencias en el marco de esta muestra, Pedro Roth, fotógrafo y artista, comenta que “Squirru blandía un espada y te transformaba en artista contemporáneo” y que era un verdadero militante de los artistas que surgieron en ese período.
Asimismo, como mencionamos al principio, es un museo que busca estar a la vanguardia, exponer lo último del panorama artístico nacional, es así que dedica una sala entera a artistas argentinos de la actualidad. Encontramos aquí algo que nos hace ruido. Por un lado, una idea más bien estática: construir una historia del arte argentino, en la que prima el pasado. Por otro, una idea dinámica que privilegia el presente. ¿Pueden ambas conjugarse? Por el momento lo hacen, pero hay que cuestionar qué rol cumple un museo que se llama moderno. Por lo pronto, los académicos pos y decoloniales le preguntarían a qué modernidad responde: a la europea (que es mucho anterior en términos temporales) o a una modernidad propia. Si esta última es la respuesta, ¿Es una modernidad argentina o latinoamericana? A medida que pasa el tiempo, la brecha entre aquellas primeras décadas del museo y la actualidad se estira. Si es plausible que su colección albergue tantos años de arte argentino, no lo tengo claro pero sí creo que esto lo alejaría de ser un museo moderno y lo acercaría al Museo Nacional de Bellas Artes. O en cambio, ¿Debería priorizar el presente en cada momento? Quizas superponiéndose con la labor de su vecino, el Museo Contemporáneo. El mundo del arte no es ajeno a este tipo de contradicciones. En los albores del MOMA en Nueva York los artistas abstractos estadounidenses se rebelaron contra su director, Alfred Barr, por no otorgarles un espacio 3.
El segundo motivo por el que el museo debe erigirse es mucho más concreto y desalentador. En un contexto en el que se ataca constantemente a las instituciones culturales por ser centros de adoctrinamiento zurdo o gastaderos de plata sin fin que amenazan el equilibrio fiscal, esta exposición sirve para justificar, así de absurdo como suena, la importancia del museo como un lugar en el que se edifica conocimiento. Conocimiento que ahora se abre a la comunidad con la intención de ser un motor de transformación social.

Al mismo tiempo, se transparenta algo que muchas veces suele ser opaco para el público: la conformación de una colección pública. Explicar cómo un museo se hace de una obra de arte es mostrar el trabajo que hay detrás y, por supuesto, es también una forma de agradecer las donaciones y establecer posibles conexiones con privados. Partiendo de los códigos QR uno accede a la historia de la propia obra de arte, de su recorrido, por qué manos pasó antes de formar parte del acervo patrimonial.
Claire Bishop, historiadora del arte inglesa que investiga acerca de los museos y sus exposiciones, da cuenta de un fenómeno que denomina “arte de investigación”4. Su enfoque está en las creaciones cuyo objetivo principal es dar a conocer algo, exponer información, en la mayoría de los casos velada por los grandes poderes. No busco detenerme en su análisis, pero sí quisiera destacar que tanto estas obras como Moderno y metamoderno requieren de un espectador activo, que no asista al museo con la esperanza de encontrar un reparo del caos citadino. Las decisiones curatoriales están orientadas a crear un desafío intelectual para el público, que interactúen, ya no como en las performances o instalaciones a partir de su corporalidad, sino con su pensamiento e ideas. Northoorn bromea que hasta se podría hacer un máster a partir de la información contenida en las paredes.
No es que la intención sea anular la experiencia estética sensorial, sino que se busca que los visitantes puedan llevarse una enseñanza, una idea disparadora (tal como me pasó a mí).
Queda por pensar si en realidad se plantea alguna revisión acerca de sus prácticas tanto a la hora de programar una muestra como en la adquisición de obras, si se busca tomar una posición política o si es sólo un despliegue espectacular, una forma de mostrar lo que poseen y otros no. Se me ocurre que las artistas mujeres siguen siendo minoría o que el museo tiene una visión que no es lo suficientemente federal. Respecto al primer punto, considero que sería interesante replicar de alguna forma el trabajo hecho por Andrés Duprat, director del Bellas Artes, y Georgina Gluzman con la exposición “El canon accidental”, destinada a cuestionar los relatos establecidos acerca de las “mujeres artistas” y resituarlas en el museo.
Sin embargo, esta es una muestra que está pensada para que las obras se encuentren en permanente rotación por lo que tendremos que volver a ir para seguir discutiendo acerca de ella.
Martina Ramos Maciel
Referencias y algo más
3. Bourdieu, Pierre. Campo intelectual y proyecto creador. 1966
Artículo de Claire Bishop, Sobrecarga de información:
https://www.revistaotraparte.com/discusion/op-traducciones-6-sobrecarga-de-informacion-parte-1/ (parte 1)
5. Videos de las jornadas en el marco de la exposición:
https://youtu.be/s8SJSqzuU9M?si=-Uyl_oxB6mPd-I1a (en esta uno de los invitados es Pedro Roth, mencionado anteriormente)